El ojo detrás de la imagen
Sobre el autor
Soy zurdo. Quizás por eso sea activista, pacifista y en permanente oposición. Defiendo las causas perdidas y ataco con dureza la injusticia.
Creo en lo que ya no es frecuente: la diversidad, los abrazos, la sencillez. Busco lo que no es tan común: lo que suele estar escondido bajo las piedras o las historias poco relatadas.
Soy viajero de largas caminatas y busco entender todas las miradas.
Nací en Santa Marta y me bautizó el mar desde niño. Llevo en la piel desde entonces la sal por la vida. Vivo en Bogotá. He trabajado en diarios como El Tiempo, Cinco días, El Espectador, Financial Times Deutschland, La Razón de España y El Heraldo, y en revistas como Diners, Semana, Plan B, DC, y muchas otras como independiente. El periodismo me ha marcado. Yo quisiera creer que yo también al periodismo.
Uso una Nikon. La fotografía, una libreta y un libro serían mi única perfecta compañía, pero las personas prevalecen. Camino por la calle sin aspavientos. A veces prefiero los silencios, aunque mi apariencia puede dar a entender que soy un devorador de mundos. En realidad soy de pocos amigos. De pasiones diminutas. De sensibilidad intensa. Soy, sin embargo, una llama encendida al máximo. Una hoguera en aparente silencio. Un mar de ideas. Creatividad encendida detrás de la aparente calma. Un inconforme.
Alguien que critica lo injusto. Alguien que no se queda quieto. No porque no pueda estar en paz, sino para quedar en paz consigo mismo. Soy padre, amigo, esposo, hijo, hombre, luchador, un incondicional. Quiero ser todo un poco. O aspiro a hacerlo todo, vivirlo todo, salvo lo que sepa que me hará daño. prefiero hacer el bien.
Sé quién soy. Sé qué quiero. Sé lo que puedo. He estado demasiado desamparado como para darme cuenta de mis falencias y de cuál camino no elegir. Conservo todos mis errores y sé de desprecios, sé de hambre, sé de injusticia. Y por lo tanto obro a la inversa: no haciendo lo que me han hecho. Tengo sentido de la orientación. Leo con ansias y escribo hojas inútiles, a la espera de hacer textos útiles. Conservo una memoria cinematográfica y vivo, sin embargo, azorado por los olvidos cotidianos. No fumo. Cuido la naturaleza porque estoy comprometido con ella. No tengo fe ni religión. Pero mi espíritu no se cuestiona sobre problemas existenciales: está en calma. Y la transmite.
Soy esto tan complejo e irracional llamado colombiano. Y no lo soy, porque me siento libre de patriotismos y ataduras y apegos. Soy ciudadano de un mundo que me pide visas para viajar y me detiene porque mi pasaporte es de esta tierra. Voy en contra de los gobiernos autoritarios y de todo tipo de autoridad represiva. Tengo buen humor, hago reír, sonrío, y aún así me asalta una permanente nostalgia.
Soy esto, tan amplio y inaferrable. Soy, como todos, una hierba en la tormenta: vulnerable, poca cosa. Pero con qué bríos me defiendo, con qué fortaleza hago y contagio la vida.
Creo en lo que ya no es frecuente: la diversidad, los abrazos, la sencillez. Busco lo que no es tan común: lo que suele estar escondido bajo las piedras o las historias poco relatadas.
Soy viajero de largas caminatas y busco entender todas las miradas.
Soy periodista. Soy escritor en ciernes. Soy fotógrafo por pasión absoluta.Mis opiniones no tienen el deseo de imperar sobre otras, sino de contribuir a algo, aunque sea al diálogo.
Nací en Santa Marta y me bautizó el mar desde niño. Llevo en la piel desde entonces la sal por la vida. Vivo en Bogotá. He trabajado en diarios como El Tiempo, Cinco días, El Espectador, Financial Times Deutschland, La Razón de España y El Heraldo, y en revistas como Diners, Semana, Plan B, DC, y muchas otras como independiente. El periodismo me ha marcado. Yo quisiera creer que yo también al periodismo.
Hasta el momento tengo dos novelas publicadas: 'Ni un paso atrás' (2014) y 'La sed' (2013).Ambas escritas desde las vísceras y con el alma. Y una exposición fotográfica que ha circulado por espacios como el Parlamento Andino, el hotel Lancaster House y el Jorge Eliécer Gaitán.
Uso una Nikon. La fotografía, una libreta y un libro serían mi única perfecta compañía, pero las personas prevalecen. Camino por la calle sin aspavientos. A veces prefiero los silencios, aunque mi apariencia puede dar a entender que soy un devorador de mundos. En realidad soy de pocos amigos. De pasiones diminutas. De sensibilidad intensa. Soy, sin embargo, una llama encendida al máximo. Una hoguera en aparente silencio. Un mar de ideas. Creatividad encendida detrás de la aparente calma. Un inconforme.
Alguien que critica lo injusto. Alguien que no se queda quieto. No porque no pueda estar en paz, sino para quedar en paz consigo mismo. Soy padre, amigo, esposo, hijo, hombre, luchador, un incondicional. Quiero ser todo un poco. O aspiro a hacerlo todo, vivirlo todo, salvo lo que sepa que me hará daño. prefiero hacer el bien.
Sé quién soy. Sé qué quiero. Sé lo que puedo. He estado demasiado desamparado como para darme cuenta de mis falencias y de cuál camino no elegir. Conservo todos mis errores y sé de desprecios, sé de hambre, sé de injusticia. Y por lo tanto obro a la inversa: no haciendo lo que me han hecho. Tengo sentido de la orientación. Leo con ansias y escribo hojas inútiles, a la espera de hacer textos útiles. Conservo una memoria cinematográfica y vivo, sin embargo, azorado por los olvidos cotidianos. No fumo. Cuido la naturaleza porque estoy comprometido con ella. No tengo fe ni religión. Pero mi espíritu no se cuestiona sobre problemas existenciales: está en calma. Y la transmite.
Soy esto tan complejo e irracional llamado colombiano. Y no lo soy, porque me siento libre de patriotismos y ataduras y apegos. Soy ciudadano de un mundo que me pide visas para viajar y me detiene porque mi pasaporte es de esta tierra. Voy en contra de los gobiernos autoritarios y de todo tipo de autoridad represiva. Tengo buen humor, hago reír, sonrío, y aún así me asalta una permanente nostalgia.
Soy esto, tan amplio y inaferrable. Soy, como todos, una hierba en la tormenta: vulnerable, poca cosa. Pero con qué bríos me defiendo, con qué fortaleza hago y contagio la vida.
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